domingo, 4 de septiembre de 2016

Silencio, Amanece




Oye mi ruego Tú, Dios que no existes,
y en tu nada recoge estas mis quejas,
Tú que a los pobres hombres nunca dejas
sin consuelo de engaño. No resistes

a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes.
Cuando Tú de mi mente más te alejas,
más recuerdo las plácidas consejas
con que mi ama endulzóme noches tristes.

¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande
que no eres sino Idea; es muy angosta
la realidad por mucho que se expande

para abarcarte. Sufro yo a tu costa,
Dios no existente, pues si Tú existieras
existiría yo también de veras.

La oración del ateo -  Miguel de Unamuno 



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buen poema, Transi.
Un abrazo.

Transi Robles dijo...

Hola Valverde! Me alegro mucho de que te pases por aquí y saludes. Gracias!
(Feliz curso!)